Pegada a mí va mi sombra, esa parte de mí que he intentado ignorar tanto tiempo pero que merece ser reconocida, aceptada, mostrada.
Qué engaño pensar que cuanto más la oculto menos se muestra cuando sucede todo lo contrario.
Ayer noche paseaba de camino a casa, la noche, yo y los árboles, sombras en movimiento creando fondos de pantalla que a veces me pasan desapercibidos, sin admirar su serena belleza, dónde acaba el árbol y empieza la sombra.
Dónde acaba mi sombra y empieza mi persona, no puedo desprenderme de ella, no son nadie sin ella, mi sombra, esa pegajosa mancha negra en el asfalto, en la tierra, en el camino.
Me gusta mi sombra, la sombra de los objetos, porque indican una presencia de luz, porque indican la existencia del objeto dotándolo de tridimensionalidad.
¿Qué sería de mi mundo sin mi sombra?
La respuesta es sencilla un mundo sin luz.
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